Comportamientos, emociones y creencias: salir del bucle

Volver la mirada hacia nosotros mismos y observar cómo transcurre nuestra vida es un gesto necesario para llegar a conocernos. Al hacerlo seguramente nos percatemos que estamos viviendo ciertas situaciones conflictivas que se nos repiten, y que nos gustaría resolver. A poco que nos fijemos, descubriremos que no solo se repiten las situaciones, también lo hace la manera que tenemos de afrontarlas y los estados emocionales que las acompañan.

Descubriremos la presencia de ciertos patrones automáticos que nos llevan a reaccionar y sentir de una determinada manera ante una determinada circunstancia. Pero la auténtica conflictividad no viene de esas circunstancias sino de lo que añadimos, de nuestra percepción particular del asunto: qué nos hace sentir, cómo decidimos afrontarlo, qué pensamos al respecto… En todo caso, la cuestión que nos preocupará será: ¿cómo podemos salir de este bucle? ¿es posible cambiar o resolver esta operativa?

Muchas veces no somos conscientes de estos bucles, los padecemos pero no los vemos, por lo que los vivimos como si fueran una fatalidad o algo irremediable. Otras veces nos damos cuenta, pero no lo podemos controlar, pensamos que tenemos que aprender a vivir con esos conflictos, que forman parte de nuestra identidad (1) o bien creemos que tenemos que esforzarnos por comportarnos o sentir de otra manera más adecuada. Pero sabemos por experiencia que ni la tolerancia ni los buenos propósitos suelen ser fiables ni duraderos, además ¿cómo saber con certeza qué es lo más adecuado? Los pensamientos de inadecuación generalmente conducen a la represión y, en consecuencia, a agudizar el conflicto. Así que fácilmente podemos sin querer estar empeorando la situación.

El reto será identificar el conflicto y abordarlo con serenidad y sensatez. Para ello hay que empezar por lo evidente, los hechos en los que estoy involucrado y lo que yo siento, para llegar a ver qué es lo que está ahí operando, cuáles son las afirmaciones básicas que estoy sosteniendo al respecto; es decir, cuáles son mis creencias operativas. De qué manera me afirmo y persevero en esa afirmación.

Generalmente las creencias están enmascarada, nos conforman pero no las percibimos con claridad. Una creencia es un posicionamiento frente a lo que hay (2). Las creencias son modelos de pensamiento, un “esto es así”, que se nutre de nuestro diálogo interno. El diálogo interno es una conversación íntima, repetitiva e insistente a través de la que nos vamos contando (3) la realidad: cómo la vemos y cómo nos gustaría verla. El diálogo interno retro-alimenta la creencia, la radicaliza más y más.

Lo que es evidente es que existe una coherencia y continuidad entre nuestros patrones de comportamiento, emociones y creencias, que constituye un sistema redundante. Cuando las creencias que sostenemos son erróneas, limitadas o conflictivas, dicho error se distribuye y reproduce por el sistema al completo. Al percibir y comprender el error, la afirmación cesa en su empeño y el sistema cambia, evoluciona, se transforma. El conflicto se desvanece, las emociones asociadas se des-dramatizan y hasta las circunstancias externas pueden llegar a modificarse. 

__________

(1) Comportamientos, emociones y creencias son expresiones de un mismo impulso, esta es la razón que ha permitido establecer tipologías de personalidad, como los eneatipos, los signos del zodiaco o los tipos MBTI.

(2) Mi propia forma de posicionarme, de creer, está sustentada en creencias.

(3) Un diálogo verbal y pre-verbal.